Skip to main content

Tecnología de delicada implementación ética.

 

Por Ángel Mora

En 2016 todos los frikis del mundo nos maravillamos al ver a personajes icónicos de la saga Star Wars volver a la vida o de forma rejuvenecida en la cinta Rogue One, con Peter Cushing y Carrie Fisher interpretando a sus personajes Moff Tarkin y la Princesa leía respectivamente, sin tener que estar presentes en la cinta, esto logrado con una tecnología hasta entonces en desarrollo en el cine: el deepfake. Sorprendidos por el realismo de esta hazaña, el mundo comenzó a cuestionarse si esto era correcto o si se había cruzado una línea ética respecto a esta tecnología y su innovación en el mundo audiovisual. 

El Deepfake es una tecnología que tiene sus orígenes en el aprendizaje profundo informático que hace posible imitar rostros de forma audiovisual, una herramienta que muchos podrán conocer por su participación al lore de internet por ciertos videos donde vemos celebridades en situaciones completamente ajenas a ellos, o por otras contribuciones más delicadas y peligrosas como es su incursión en el p#rno, punto donde llegamos a cuestionarse si esta maravilla orquestada por inteligencia artificial es correcta en un mundo donde la tecnología suele balancearse entre lo moralmente bueno y lo peligrosamente incorrecto. 

En el cine queda comprobado que su incursión puede lograr lo inimaginable, el rejuvenecimiento de actores o su participación después actoral incluso después de fallecidos, algo que encanta a muchos y perturba a otros. Por ello, veremos los orígenes de esta tecnología y como en un mundo tan retorcido como el nuestro puede llegar a ser contraproducente.

Deep-fake

Qué puede ser más divertido que usar un filtro que nos hace parecernos a nuestra celebridad favorita en TikTok o en Instagram y utilizar su imagen a modo de juego y diversión. Internet nos ofrece tecnologías que hoy nos parecen divertidas, pero que en malas manos podría representar una amenaza verdadera. El deepfake es una de las tecnologías del momento, capaz de recrear rostros nutrido solamente por un acervo de imágenes que hace que su inteligencia artificial sea capaz de recrear expresiones, movimientos e inclusive hasta la propia voz de alguien, ya sea este individuo un amigo o una celebridad. 

Ya comentábamos que en el mundo del entretenimiento resulta ser un recurso interesante que hace posible lo inimaginable, pero que lamentablemente en manos mortales como las nuestras, representa una delicada herramienta que podría perjudicar a más de alguno. La capacidad del deepfake de colocar un rostro ajeno en el cuerpo de alguien más, además de divertido en ciertos factores o situaciones, puede resultar comprometedor si esto se utiliza con fines malignos o de venganza, como ya ha sucedido. Si bien las marcas o ciertas aplicaciones, así como artistas digitales, ya utilizan esta herramienta con motivos comerciales nutridos por algoritmos en internet, recientemente vemos cómo este recurso comienza a ser utilizado para perjudicar la imagen personal de figuras públicas con motivo de extorsión o venganza.

Implicaciones éticas

Si, sabemos que ver a Luke Skywalker o a Indiana Jones jóvenes de nuevo en pantalla nos resulta una maravilla, pero las implicaciones éticas de esta herramienta pueden resultar contraproducentes en ciertos casos. Tenemos por ejemplo su uso en la industria del p#rno,  donde se ha utiliza para colocar el rostro de celebridades ajenas al medio en videos explícitos con una calidad tan creíble que muchos podrían tomarlo por fidedigno. Otros casos muestran el uso del deepfake para la extorsión, aplicando la herramienta con motivos que incriminan a personas en situaciones ajenas a ellas gracias a las ventajas que esta tecnología ofrece en videos en movimiento. Y de las imágenes estáticas ni hablamos, ya que resulta aún más fidedigno dar por real un material generado por deepfake de forma estática que en movimiento.

El deepfake podría resultarnos una herramienta entretenida en esto de las redes sociales, ya sea modo de filtro o con el auge de las Inteligencias artificiales y sus generadores de imágenes, pero como todo en el mundo digital, hay que utilizarlo con cuidado, pues sólo existe una delgada línea entre lo que es correcto y lo que no lo es cuando hablamos de internet. Como herramienta cinematográfica resulta interesante y nos motiva a querer más, como recurso cómico de internet nos traerá más de una carcajada; pero cuando se trata de una tecnología a disposición de cualquier persona, ahí sí debiéramos preocuparnos.