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La primera edición del Concurso Literario “Elena Garro” finalmente anunció a sus ganadores, llevándose el primer lugar de la contienda el autor Ramiro Romo González con su cuento titulado “Rosita”, conmovedora historia que relata la triste realidad que se vive en el país con la peligrosa desaparición de niñas por el descuido.

 

Con una gran participación en esta primera edición, el concurso llevado a cabo en la ciudad de Puebla, premio con 2 mdp al primer lugar, cuya obra junto con la del segundo, tercero y menciones honorificas pasaron a formar parte del compilado de cuentos de esta edición, mismo que puedes leer en PDF de manera gratuita.

Buscando promover la participación ciudadana, la creatividad, la literatura y el noble arte de escribir, la primera edición del concurso dedicado a la escritora originaria de Puebla de Zaragoza, Elena Garro, logró atraer la participación de cientos de escritores con cuentos que desbordaron la imaginación. Retratando la realidad mexicana, el misterio, el terror y la fantasía, los tres primeros lugares y sus menciones honorificas fueron seleccionadas en base a su destreza, narrativa, capacidad cuentista y mensaje de la obra. Con una selección justa, el cuento “Rosita” se llevó el primer lugar, dejando en claro que en México hay talento literario.

Te invitamos a leer el cuento a continuación, felicitando a su autor y a todos los participantes de esta primera edición literaria.

 

ROSITA

Por Ramiro Romo González

 

Esta es la historia de una pequeña niña de 7 años. Su nombre era el mismo que el de su flor favorita, Rosa; O Rosita, como todos la llamaban. Su cabello era largo y rizado, de color naranjoso. Poseía una sonrisa hermosa donde al comienzo y final de ésta, se observaban unos pequeños hoyuelos.

Rosita vivía con su familia. La conformaban su mamá y su papá de nombres Dalia y Jacinto. También, su abuelita materna, Margarita. Y, por último, Kovu; Su pequeño pero gran amigo perruno.

Vivían en los suburbios, específicamente en la Av. de las flores. A tan sólo 15 minutos, de la escuela primaria de Rosita.

A ella le gustaba mucho ir a la escuela, tenía muchos amigos y amigas, además, era una niña bastante aplicada, pues siempre había estado en el cuadro de honor.

Participaba en todos los festivales de la escuela, y su familia no podía perderse ningún festival, pues Rosita estaría en ellos bailando y cantando, o disfrazada, o recitando algún poema. Eran los momentos favoritos de la abuela Margarita, pues le recordaban sus tiempos siendo maestra.

Jacinto era un importante hombre de negocios de la ciudad. Mínimo 3 veces al año viajaba a otras ciudades y se quedaba allá por lo menos 15 días.

Por otro lado, Dalia, se dedicaba tiempo completo a ser ama de casa. Pero, en ocasiones tenía trabajos de costura. Incluso, llegaba a hacer Alta costura. Como el último que realizó para su vecina Emma, pues le diseñó su vestido de novia.

 

Un día cualquiera, Rosita esperó el autobús escolar en la esquina de su casa junto a su mamá. Cuando éste llega, Dalia se asegura de que Rosita se haya subido y se haya sentado junto a sus compañeritos y compañeritas. Los ve partir felices, comentando lo que sus mamás les dieron para la hora del receso, etc. Dalia, se queda tranquila.

Como era miércoles, Rosita estaba entusiasmada, pues las primeras dos horas eran clase de español, la tercera hora era computación, seguía el receso, la siguiente hora era matemáticas y las últimas dos horas eran clase de Arte. En esta ocasión, iban a realizar una pintura para alguien especial, Rosita, se lo dedicaría a su familia, incluyendo a Kovu.

Al término de las clases, como todos los días, Rosita guardaba muy bien sus cosas, no sin antes apuntar la tarea. Sale junto a sus amigos al punto donde los recoge el autobús escolar. Comienza entonces, el trayecto de regreso a casa.

Ese día Dalia tuvo muchos pendientes, incluso, se le hizo tarde en el mercado e iba tarde a casa para esperar a su hija en la esquina donde la deja el autobús.

Rosita baja del autobús, buscando con la mirada a su mamá, incluso el chófer le pregunta – ¿No ha llegado tu mamá? – Rosita contestó que no, pero al mismo tiempo escucha el claxon de un carro, ¡Oh sorpresa! Era el carro de su papá. Dalia dice que ya llegaron por ella, que llegó su papá, así que corre directo al carro y se sube. El chófer del autobús la ve entrar al carro y procede a irse, a dejar al siguiente niño o niña a su destino, a casa.

Dalia llega a la esquina con sólo 5 minutos de retraso, esperando ver a su hija Rosa por ahí. Pasan 10, 15, 20 minutos y no la ve. – Disculpe, ¿ya dejó a Rosita? –  le pregunta por llamada al chófer – Sí claro, la recogió su papá… – Dalia no dejó que el chófer terminara de hablar, pues se emocionó cuando mencionó que su esposo fue quien había recogido a su hija, eso significaba que él ya había regresado de su viaje de negocios, – ¡Ah! Qué bueno, muchas gracias – dijo Dalia y colgó.

Al llegar Dalia a casa, se percata que no está el carro de su marido y Margarita menciona que nadie había llegado. – Bueno, seguramente se la llevó a pasear -. Procede a marcarle a Jacinto, pero él no contesta. Aún así, emocionada y feliz comienza a hacer la comida no sólo para tres personas, ¡para cuatro! Pues su esposo ya había regresado.

Se hicieron las 5 de la tarde y no llegaban, vuelve a marcarle a Jacinto y esta vez su llamada tuvo éxito: – ¿Dónde están? La comida está lista desde hace rato…- dijo Dalia. – ¿Cómo que dónde estamos? Yo sigo acá… llego a casa hasta la próxima semana – Al escuchar eso de Jacinto, Dalia quedó helada. ¡Cómo era eso posible! Entonces, ¿Dónde está Rosita?

Dalia sale corriendo de la casa a gritar el nombre de su hija, – ¡Rosa, rosita! ¡Hija mía, ¿dónde estás?! -, salen los vecinos y la ven desesperada, se acercan a ella y Dalia comienza a romper en llanto. Su cara refleja miedo, angustia, preocupación… Llaman a la policía, pero ésta tarda una hora en llegar.

Cuando por fin llega, se levanta el reporte y comienza a esparcirse la noticia entre vecinos, todos muestran su apoyo y están listos para comenzar la búsqueda de Rosita.

Interrogatorios a vecinos, a padres de los compañeritos de Rosita, maestras, y al chófer del autobús escolar. – La Sra. Dalia no estaba en la parada, y no hay problema, siempre me quedo hasta que lleguen por el infante, en esta ocasión había un carro negro atrás de mí, Rosita mencionó que era su papá y cuando vi que se subió al carro, me pareció ver todo bien y procedí a llevar a los demás niños y niñas a sus casas… eso fue todo lo que vi, no recuerdo qué placas eran, qué carro era, no vi el rostro de la persona al volante… sólo recuerdo el color del carro, negro. – dijo el chófer en su declaración.

Un carro color negro, era toda la información relevante que tenían. ¿Pero qué tan relevante podía ser cuando cualquier persona puede poseer un carro negro por el vecindario?

Al día siguiente Jacinto ya se encontraba en casa, debido a la triste noticia. Todo el vecindario estaba alerta a cualquier señal o pista que pudieran encontrar, quizá el carro negro pasaría de nuevo por esos rumbos, quizá veían a alguien sospechoso. Carteles con la foto de la pequeña Rosita se veían alrededor de todo el barrio, de la escuela, del parque, del supermercado… de todos lados.

La policía se encontraba con la familia en todo momento, ¿Qué tal si recibían una llamada pidiendo una cantidad exuberante de dinero como rescate? … Pero hasta el momento, 5 días después, no había noticias de nada.

Emma, mostraba su apoyo hacia Dalia ayudándole con las comidas, pues ella se encargaba de alimentarlos en medio de esta terrible situación. Como de costumbre, su esposo, a pesar de que salía a trabajar todos los días, se encargaba de darle todo lo necesario a Emma para las comidas.

Una semana después de la desaparición de Rosita, Emma quería llevar de comer Lasaña, le faltaba el ingrediente más importante, la salsa de tomate. Por suerte, recordó que anteriormente su esposo había hecho el mandado, así que buscó en el cuarto de atrás dicha despensa. Al entrar ahí, a lo lejos vio un abatelenguas de madera, tenía escrito “KOVU” con plumón negro. A Emma le resultó extraño, ¿por qué estaría eso en su alacena de atrás? Como sea, ella lo tiró.

Cuando la lasaña estaba lista, fue a casa de Jacinto y Dalia. Le abrió Margarita cargando a Kovu en sus brazos. – ¡Ya Kovu, silencio!… pasa Emma. – Dijo Margarita.

Emma escuchó bien, le llamaron Kovu al perrito, lo mismo que estaba escrito en el abatelenguas. ¿Coincidencia? O ¿Cómo era posible? En esos momentos pasaron muchas cosas por la mente de Emma, hasta recordar que en el trabajo de su esposo tienen carros negros para los trabajadores, pero, su esposo cuenta con carro propio y, no es negro. Dejó la lasaña y sin más, regresó a su casa.

Regresa al cuarto de atrás para ver si encuentra alguna otra cosa, mínimo para quitarse la idea de que su amado esposo se había llevado a Rosita. No encuentra nada.

Al caer la noche, por fin llega su esposo. Emma lo mira desesperada – ¿Estás involucrado en la desaparición de Rosita? – le dice ella. – ¡¿Cómo?! ¿Por qué me preguntas eso? – Ella le muestra el abatelenguas que previamente había sacado de la basura – Esto dice Kovu, así se llama el perrito de la pequeña Rosa, y lo encontré en la alacena de atrás, tirado, junto a las cosas que tú trajiste el día que desapareció Rosita. ¡¿Por qué está en mi casa? ¿Qué hiciste?! – Dijo Emma alterada. – ¡¿Cómo puedes culparme de algo sólo por un insignificante abatelenguas?! La verdad no sé cómo es que está esto aquí. Y si me haces el favor de hacer memoria, yo salgo del trabajo, voy directo al supermercado y regreso de inmediato, ni siquiera paso por la esquina del autobús, ¡Además yo ya estaba aquí contigo a la hora que a ella se la llevaron! –

Tras una pequeña discusión, todo parece ser que el esposo de Emma no fue quien se llevó a Rosita, ella le creyó todo, pues tenía justificaciones para todo. Como si de una cuartada se tratara. Una bien hecha.

Hoy, han pasado 6 meses desde ese acontecimiento. Jacinto y Dalia aún tienen esperanza de encontrar a Rosita, aunque ya no están tan convencidos de encontrarla con vida. Emma, sigue apoyando a Dalia en lo que sea necesario, así como está convencida que su esposo no tiene nada qué ver.

Los días pasan en el barrio, normales, sin Rosita, pero la gente en el vecindario hace sus vidas.

¿Algún día la encontrarán? ¿El esposo de Emma tiene algo qué ver? ¿Cómo llegó el abatelenguas a la alacena de Emma? Quizá nunca lo sabremos, quizá sea un caso más sin resolver.