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Por Ángel Mora

México se caracteriza por su tradición, su cultura y su folclore, una identidad repleta de colores y simbolismos que se exponen a la perfección dentro su celebración más famosa e importante, el Día de Muertos. Esta festividad, que representa a México en todo el mundo hoy más que nunca, es un fruto de la mezcla de culturas que conforman la nación mexicana, obteniendo elementos de lo prehispánico y su misticismo, así como simbolismos de la fe católica traída por los europeos. 

Si bien los orígenes del Día de Muertos pueden ser ya bien conocidos por nosotros los mexicanos, es momento de hablar del color, el simbolismo y la ornamentación que caracteriza esta festividad de adoración a los muertos, una que pone la imagen de la Muerte en otra perspectiva ya típica del México popular. Repasemos los elementos que visten esta celebración fruto del sincretismo cultural mexicano.

La Ofrenda

El Día de Muertos se celebra los días 1 y 2 de noviembre, momento en el que familias de todo el país preparan la famosa Ofrenda a sus difuntos con la esperanza de guiarlos al plano terrenal una noche más y permitirles regocijarse con los suyos. Este elemento es tal vez la piedra angular de la celebración, misma que se constituye de muchos otros simbolismos que, según la creencia popular, permiten a los difuntos regresar una noche a nuestro mundo. El altar de muertos, compuesto de varios niveles según su complejidad, y revestido de artículos personales y otros simbolismos místicos naturales, sustentan la creencia popular más importante de la cultura mexicana, que mezcla el culto al inframundo y la otra vida del México prehispánico con la eterna oración por el descanso de quienes ya se han ido bajo la iluminación del Dios católico que rige la Fe de la mayoría de los mexicanos. 

Esta celebración mezcla lo religioso con lo “pagano”, un sincretismo de simbolismos que incluyen el poder de las posesiones personales con las creencias católicas y prehispánicas de la vida más allá de la muerte, rindiendo culto a esta última mediante el toque típico del México popular: el color, la fiesta, el arte y la decoración. Si bien la Ofrenda y el Día de Muertos en general representan una de las creencias más profundamente arraigadas en nosotros los mexicanos, también es motivo de celebración y color, pues más que temer a la muerte, el mexicano la homenajea como mejor sabe hacerlo. 

Decoraciones típicas

El paso del tiempo no ha sido capaz de modificar una de las tradiciones más importantes de México a pesar de su modernidad, siendo los elementos decorativos típicos de estas fechas elementos que trascienden el tiempo y mantienen más viva que nunca la celebración cultural más importante de nuestra identidad popular. La labor de generar estos elementos decorativos típicos genera a su vez otra tradición, está más personal y familiar, donde el arte de generarlos a mano y como solo un artesano podría hacerlo, ha pasado de padres a hijos con el andar de los años, enriqueciendo el valor popular de revestir estas fechas con el trabajo propio de aquellos que dedican sus vidas a mantener vivas estas nobles artes populares.

Destaca entre la decoración del Día de Muertos las típicas calaveras en todas sus presentaciones, desde las elaboradas con cerámica y cartón a modo de máscaras, como las icónicas calaveritas de azúcar, las cuales vienen en todo tipo de tamaño y ornamentos coloridos que contrastan con el blanco del azúcar, siendo el elemento decorativo que no puede faltar en la ofrenda, tu hogar u oficina este noviembre.

El papel picado tiene una especial participación en esta festividad, mediante el cual podemos decorar el entorno, nuestra ofrenda y demás con su colorida composición, donde destacan las imágenes picadas en ellos, que comúnmente muestran grabados típicos de José Guadalupe Posada y sus catrinas, donde las calaveras humanizadas bailan, ríen, beben, o simplemente recuerdan que la muerte es otro motivo más para reír. 

Cempasúchil 

Pero tal vez la gran protagonista de la decoración popular de esta celebración es la flor de cempasúchil, hermosa y de un pigmento característico que simboliza ya toda una celebración. Su tonalidad es tal vez el color principal de esta festividad de culto a los difuntos, de un naranja peculiar que solo sus pétalos poseen y cuyo aroma es sinónimo de la llegada de noviembre. Y entrando en tonalidades y colores, en contraste con el naranja del cempasúchil tenemos el color morado, el cual, junto con el color negro, simboliza el luto y dota de una tonalidad contrastante que hoy representa dicha festividad en cualquier formato. 

La cultura popular mexicana se expresa mediante la decoración, el simbolismo y el color, siendo el Día de Muertos su máximo exponente a nivel mundial, un referente de la identidad mexicana llena de tradición y artesanía. Nada enriquece más la llegada de noviembre que ver el papel picado ondeando en las plazas y decorando las ofrendas; ver las calaveritas de azúcar a la venta en todas partes; y claro, el oler el aroma a cempasúchil en cada esquina, donde su anaranjado nos recuerda nuestras raíces y nuestras hermosas tradiciones en una de las épocas más esperadas por los mexicanos a lo largo del año, donde el color y la decoración lo embellecen todo a nuestro alrededor.