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Cuando lo absurdo es icónico

En el vasto universo del marketing, donde la lógica suele regir las reglas del juego, hay campañas que deciden romper todos los esquemas. Taste the Rainbow, de Skittles, es una de esas apuestas que nadie vio venir, pero que redefinieron por completo la manera en que se comunica un producto. Con un enfoque surrealista, cargado de humor bizarro y un estilo visual inconfundible, esta campaña se convirtió en sinónimo de la marca y en una de las más memorables de la industria.

Lanzada en 1994 por la agencia D’Arcy Masius Benton & Bowles y revitalizada con fuerza en los años 2000 por TBWA\Chiat\Day y posteriormente por BBDO, Taste the Rainbow trascendió el típico comercial de dulces para convertirse en un fenómeno cultural. Con cada spot, Skittles nos invitaba a sumergirnos en un universo donde lo ilógico era el nuevo estándar y el arcoíris se podía masticar.

Marketing sin sentido pero estratégico

Lo que más llamó la atención de esta campaña desde el principio fue su total desinterés por explicar cómo sabían los Skittles o por qué debías comprarlos. En lugar de argumentos de venta, Skittles apostó por situaciones absurdas, personajes inusuales y un tono completamente surrealista. ¿El resultado? Una marca que no se parece a ninguna otra en su categoría.

Algunos comerciales se volvieron legendarios por su rareza: como aquel en el que un hombre convertía todo lo que tocaba en Skittles (incluyendo a sus amigos) o el de una nube que llora caramelos. Nada tenía sentido, y justo ahí residía su magia. Los creativos detrás de Taste the Rainbow entendieron que lo memorable no siempre es lógico, y que una marca puede destacar precisamente por su rareza.

Este enfoque rompió con la lógica tradicional de vender dulces a través de la nostalgia o el placer sensorial. En su lugar, construyeron una narrativa visual única, casi absurda, que conectó con una generación joven ávida de originalidad y humor raro. A través de su rareza, Skittles se hizo inolvidable.

Super Bowls, teatro y realidades paralelas

La genialidad de Taste the Rainbow no solo está en su tono; también está en su capacidad para reinventarse sin perder identidad. Skittles llevó esta campaña a lugares inesperados, como la televisión en horario estelar, internet y hasta el mismísimo Super Bowl… ¡con una obra de teatro exclusiva!

En 2018, en lugar de pagar millones por un spot tradicional durante el Super Bowl, Skittles creó un anuncio que solo una persona podría ver: Skittles Commercial: The Broadway Musical, una miniobra de teatro presentada solo para un fan y grabada en secreto. Luego, liberaron un video con la reacción de esa única persona. Fue arriesgado, inusual y absolutamente on brand.

Esa jugada demostró que el universo de Taste the Rainbow era tan expansivo que podía cruzar los límites de lo audiovisual y entrar en otras disciplinas. La marca no solo vendía caramelos; vendía experiencias extrañas, memorables y completamente distintas al resto del mercado. Y con ello, aseguraba conversación, viralidad y un lugar asegurado en la cultura pop.

Branding brillante

Una de las claves del éxito duradero de Taste the Rainbow ha sido su consistencia en el tono y estética, combinada con una evolución constante. A pesar de que los comerciales pueden parecer caóticos, hay un branding sólido detrás: un universo donde todo es posible, siempre que haya un arcoíris de por medio.

La campaña nunca se desvinculó del producto, aunque no se enfocara en mostrarlo todo el tiempo. En cada spot, Skittles está presente como una especie de magia que transforma la realidad. Esa omnipresencia simbólica es parte de lo que vuelve al concepto tan poderoso: el dulce no necesita justificación, solo se disfruta.

Además, la frase “Taste the Rainbow” se ha convertido en un eslogan legendario. Simple, directo y completamente ligado a la imagen de la marca. Ha resistido décadas sin perder frescura, algo que pocos claims pueden presumir. Su fuerza radica en su capacidad de significar todo… y nada a la vez.

Incluso en redes sociales, Skittles ha mantenido su personalidad excéntrica y juguetona, cultivando una comunidad de fans que valoran su irreverencia. En un mundo donde muchas marcas temen salirse del molde, Skittles se zambulle felizmente en lo impredecible, sabiendo que ahí es donde reside su verdadero sabor.

Taste the Rainbow es una muestra de que, en el marketing, salirse del guión puede ser la mejor jugada. Skittles apostó por una narrativa fuera de lo común, donde lo absurdo se convierte en arte y lo extraño en un vehículo para conectar con las emociones (y risas) del público. La campaña ha sido tan efectiva que sigue vigente después de casi tres décadas, algo que muy pocas marcas logran.

En vez de tratar de convencer al consumidor con argumentos lógicos, Skittles simplemente lo invitó a jugar, a imaginar y, por supuesto, a probar el arcoíris. Y eso, en un mercado saturado de mensajes predecibles, es una receta mágica que sabe dulce… y a éxito.