Una práctica bastante cuestionable por parte de la industria contemporánea.
A todos nos ha pasado que llega un punto en que nuestros productos dejan de ser útiles en determinado momento, muchas veces mucho antes de lo esperado, empujándonos a consumir, comprar o adquirir uno nuevo, aunque no tengamos ganas de hacerlo. Desde los alimentos hasta los electrodomésticos, la industria se ha encargado de establecer una caducidad planifica en todos los productos que utilizamos hoy en día, convirtiéndonos en consumidores voraces de productos de manera inconsciente, contribuyendo desde nuestra ignorancia como consumidores a participar en fenómenos como la sobreproducción e impactar negativamente en el medio ambiente.
Este fenómeno es conocido como obsolescencia programada, que como su nombre lo indica, se trata de una estrategia por parte de la industria y el mercado comercial de hacer que todo producto este ideado, diseñado, fabricado y comercializado de modo que su tiempo de vida esté lo más reducido posible y tenga que ser desechado de manera pronta, obligando a los consumidores a comprar más productos buscando satisfacer sus necesidades previamente programadas. Como podrás darte cuenta a estas alturas, esta práctica es bastante cuestionable y poco ética, pues programas un producto a ser obsoleto de manera casi inmediata ocasiona un consumismo desbordado que termina impactando tanto al consumidor como al medio ambiente.
Demanda de productos
Vivimos en una era donde estamos acostumbrados a comprar productos desechables, desde los alimentos hasta la tecnología, siendo para nosotros casi imperceptible esta estrategia industrial que nos ha llevado a desechar millones de toneladas de basura de todo tipo simplemente por ser obsoleta a nuestros ojos bien adoctrinados al consumo. Desde un mal funcionamiento hasta la falta de reparación, desde el final de la vida útil (programada) hasta el hecho de que algo ya no está de moda o en tendencia, solemos desechar prácticamente cualquier cosa sin ver realmente el problema mayúsculo detrás de esta práctica.
La producción masiva de inicios del siglo XX propició esta obsolescencia programada desde entonces, dejando de lado las virtudes de un producto de larga vida y bajo costo para el consumidor y anteponiendo los intereses de la naciente industria de masificación. Tan pronto como las grandes industrias vieron la rentabilidad de hacer de los productos prácticamente desechables, la conciencia ecológica y los derechos de los consumidores dejaron de ser importantes para el mercado contemporáneo, posicionándose así una industria que fabricaría todo con fecha de caducidad lista para que la sociedad adquiriera un producto nuevo de forma inmediata.
Obsolescencia programada
Para esta estrategia de fabricación y consumo no existen los derechos del consumidor, solo importa la capitalización masiva del producto. Por ello, hacer de los productos alimentarios, médicos, electrodomésticos, tecnológicos, higiénicos y de textiles, artículos prácticamente diseñados y elaborados para dejar de ser útiles, ya sea por falta de refacciones, piezas, uso o por tendencia, en cuestión de meses, máximo años. Hoy es popular ver esta situación de primera mano en la industria tecnológica con los smartphones y las computadoras, donde ambas industrias elaborar sus productos con un tiempo de vida programado que hará que eventualmente el gadget muera y tenga que ser reemplazado dejando atrás un gasto considerable y basura tecnológica muy difícil de procesar en el camino.
Si bien esta práctica ha prevalecido por más de un siglo gracias a los intereses de las poderosas industrias y su maquinaria imparable, las acciones para evitar esta poco ética práctica han comenzado a aparecer alrededor del planeta, anteponiendo en primera instancia los derechos del consumidor a adquirir productos dignos y duraderos, así como evitar desechos que terminarán afectando de formas irreversibles al medio ambiente de nuestro planeta. En Francia, como en otros países, esta obsolescencia programada es una práctica ilegal que ha llevado a las empresas a ser sometidos a auditorías y procesos que buscan verificar que en efecto los productos no llevan de antemano algo que los haga perecer de manera inmediata.
Hoy es muy difícil determinar de manera profunda si los productos que adquirimos están destinados a obligarnos a adquirir nuevos en cuestión de meses, podemos ver la calidad de sus materiales, lo que nos prometen sus empaques o podemos ver directamente la fecha de caducidad en sus cajas, latas y demás, pero realmente desconocemos si la industria está siendo ética y equitativa con nosotros al respecto, pues en un mundo que antepone las ganancia millonarias a las necesidades del ser humano, es bastante cuestionable si todos estamos jugando de manera limpia en este mercado de alto consumo. Sólo nos queda informarnos y exigir productos de calidad en un mundo consumista como el nuestro, y optar por aquellos productos que afecten lo menos posible a nuestro planeta una vez que realmente hayan dejado de ser útiles para nuestra vida. Por tu bolsillo, nuestra salud y por el planeta, digamos no, dentro de lo posible, a la obsolescencia programada.