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El arte de condicionar el amor mediante el marketing.

 

Por Ángel Mora

Las festividades a lo largo del año representan excelentes oportunidades para potencializar el área comercial de una marca como ningún otro día podría hacerlo. Donde nosotros vemos el reconocimiento al amor de Madre, el terrorífico Halloween o la mágica y blanca Navidad, las marcas ven un boost comercial que no puede ser desaprovechado por nada del mundo. Las festividades son el pretexto perfecto para implementar campañas tematizadas sustentadas en la necesidad del mundo moderno de demostrar afecto e interés mediante los regalos, las experiencias y el consumismo. 

Después de la Navidad y su larga y tendida temporada de consumo material desmedido, el San Valentín representa la segunda festividad más importante dentro del mundo del marketing comercial, temporada donde las marcas encuentran en el amor y la necesidad de ser demostrado entre las personas una poderosa herramienta para comercializar productos, servicios y experiencias mediante promociones, descuentos y artículos alusivos sustentados en el amor en el aire. 

Capitalizando el amor

Tal vez este tema suene y resuene cada año, reafirmando esta naturaleza capitalizada de una fecha que de entrada debería representar las relaciones humanas más auténticas. El San Valentín contemporáneo dejó de ser una festividad de afecto demostrada por cartas, canciones, tiempo compartido al aire libre o en intimidad, para convertirse en el máximo exponente de cómo capitalizar las emociones es sumamente efectivo en días donde la apariencia lo es todo. Demostrar tu amor e interés de forma privada, a ojos contemporáneos, es igual a no haberlo hecho, puesto que, en una era de viralización, todo debe ser mostrado en redes sociales, y mientras más costoso sea tu “muestra de afecto”, mejor y más amorosa.

Triste pero cierto, el amor (al menos en esta temporada) constituye una cuestión de viralización y capitalización, siendo el recurso comercial un factor determinante para el éxito de este fenómeno que sustenta todo su desarrollo en la utilización de herramientas de marketing y publicidad para incitar al consumidor a seguir pensado que su afecto debe ser demostrado mediante una buena inversión monetaria más que en una verdadera intención de sentimientos humanos. Sin querer generalizar y arruinar la creencia de que el amor real aún existe ahí afuera, la realidad es que este panorama del amor capitalizado es muy real, y fechas como San Valentín no hacen más que confirmar la ecuación.

Amor condicionado

El marketing no es una disciplina maligna como podríamos estar pensando a estas alturas de la lectura, sino una herramienta sumamente útil dentro del ámbito comercial que se presta para cualquier situación, no solamente para tergiversar festividades. Las marcas ven en San Valentín la oportunidad de vender por montones, comercializar como nunca basándose en la necesidad de demostrar afecto mediante regalos materiales, algo que, tampoco tiene nada de malo viéndolo desde el punto de vista mercadotécnico, sino que representa una excelente forma de incrementar ventas y difundir la presencia de una marca. 

El verdadero mal con el que se suele asociar a esta festividad es el hecho de condicionar el amor mediante regalos que sustenten en tamaño, costo y presencia en redes el amor que uno va a profesar. Así como la navidad o el Día de las Madres, San Valentín implementa su propio marketing basado en el amor, dependerá de los consumidores interpretar esta festividad en el verdadero sentido tradicional que la rodea, o seguir acrecentando esta errónea percepción del amor en tiempos digitales y de capitalización. Regalar en el día del amor y la amistad a tus seres queridos, amigos o pareja es lo más normal del mundo, pero hacerlo de forma inteligente procurando tu salud financiera y evitando engañarte a ti mismo emocionalmente sólo por sumarte a la tendencia comercial de este día, te convertirá en un partícipe consciente y ajeno del engaño de la capitalización del amor.