Por Andrea Hernández
Hermès es una casa de moda fundada en 1837, en la que actualmente podemos encontrar ropa, calzado, joyería, fragancias, artículos ecuestres, para el hogar y sus mundialmente conocidos bolsos, especialmente: el Birkin.
Esta marca es reconocida por la excelente calidad de sus productos y por ser de las marcas líderes en el mundo de la moda, pero más allá de esto, es distintiva por su estrategia de marketing y por cómo el ser recibir la oferta de tener alguna oferta de las piezas icónicas de la casa, es el sueño de todo coleccionista de bolsos.
Así como Christian Dior y Gucci tomaron a Lady Diana como musa para bolsos representativos de cada casa, Hermès toma a Jane Birkin como la suya, creando una pieza que es reconocida por ser práctica, elegante, y que se adecuaba al estilo de vida de una mujer que lleva todas sus pertenencias consigo. Ahora, al ser una marca de lujo sabemos que representa la exclusividad y tiene precios elevados, sin embargo, ¿qué la hace tan especial?
Hermès busca clientes que realmente estén comprometidos y que estén dispuestos a no sólo gastar dinero en ellos, si no tiempo y dedicación al crear historial con la tienda y lazos con sus vendedores. Sus clientes comienzan con compras “pequeñas”, ya sea con joyería, calzado o bolsos que sí estén disponibles para el público general (público que pueda pagar precios exorbitantes), para que de esta manera, la marca pueda ver el compromiso y eventualmente ofrecer alguno de sus bolsos. No importa si en ese momento llegas con todo el dinero (o más) para comprarlos, los vendedores de las boutiques no comisionan con estos artículos, así que si no tienes un buen historial, no mereces una Birkin.
Esto los convierte en mucho más que un bolso, los convierte en una meta y en toda una experiencia, porque al tener alguna Birkin (o Kelly) significa que más que dinero, tienes toda una historia dentro de esta casa que te llevó al momento de la llamada más esperada: “tenemos una Brikin, ¿la quieres?”. Inclusive, la oferta puede mejorar, al permitir crear una bolsa personalizada con las pieles, colores, herrajes y combinaciones a elección propia.
Todo lo anterior, lleva a querer conseguir estos bolsos fuera de boutique, lo que incrementa el precio y ha llevado a personas a invertir en Birkins en lugar de oro, sabiendo que dependiendo el modelo y el nivel de cuidado, uno de estos bolsos puede llegar a costar más de 7 millones de pesos, tal como el modelo Diamond Himalaya, el bolso más caro del mundo que podemos ver en la colección de Victoria Beckham, Kim Kardashian, Jennifer López, entre otras.
Del otro lado de la moneda, tenemos el mercado de Birkins fake.
En Abril de este año, un artículo resaltó que hay un grupo de mujeres ricas de New York que prefieren y aman comprar Birkins fake, recalcando que son mujeres con el poder adquisitivo para poder comprar una original pero que se rehúsan a gastar esa cantidad de dinero en una, haciéndose así de una colección de Birkins fake que aún así, son bastante caras. Personalmente pienso, ¿por qué no gastar ese dinero en bolsos originales y de diseñador más accesibles a comparación de las Birkin o Kelly? Como puede ser el caso de Prada, Dior, Louis Vuitton, etcétera.
La respuesta nos la recuerda la serie Sex and the city: No es una bolsa. Es una Birkin. Y ya sea original o clon, la impresión, admiración y sentimientos que causa el ver una es el resultado de lo que esta marca ha construido desde que se fabricó la primera pieza, contando una historia que pocas empresas han podido y que van mucho más allá de los precios, al tener una estrategia de venta tan bien lograda que no necesita publicidad, tan es así que ni siquiera se encuentra exhibida en sus tiendas, anuncios o sitio web (del que por cierto, pueden bloquearte si ellos lo prefieren), ya que al tener una comunidad tan comprometida con la marca, la historia, el producto y la esencia en sí, han logrado que las citas de sus clientas para comprar una Birkin se convierten en una meta de vida.