Por Paulina Sánchez
Es muy probable que hayas escuchado de este concepto gracias a sus actuales exponentes internacionales: BTS y BLACKPINK.
Sin embargo, el K-pop ha estado en la industria desde hace más de 30 años, teniendo como precursor al grupo Seo Taijin and Boys, quienes ofrecieron una propuesta de música y estilo inspirados en el pop estadounidense, despertando el interés de un público acostumbrado a la música tradicional surcoreana.
Pero ¿por qué no habías escuchado de ello? Posiblemente se deba a que no consumías nada del mercado asiático (animes, videojuegos, etc.) que te pudieran llevar indirectamente a los artistas surcoreanos, además de que la difusión de este fenómeno ha crecido increíblemente en la última década.
El K-pop forma parte del “Hallyu”, que significa “Ola coreana”. Es un neologismo que hace referencia a la popularidad global de la cultura contemporánea de Corea del Sur desde mediados de la década de 1990, impulsada por las exportaciones de música y series de televisión (denominadas como “drama coreano” o “doramas”), inicialmente a países del Este y Sudeste Asiático, propagándose posteriormente a otros continentes en diversos medios, formando parte de la globalización.
Este estilo musical se diferencia de otros por sus extraordinarias coreografías. Los cantantes, o mejor dicho “Idols”, son entrenados muchos años previos a su debut. Entrenan canto, baile, actuación, modelaje, conducción, entre otras cosas. Todo para que al momento de estar en escena puedan dar siempre un perfecto performance, pues sus agencias de entretenimiento saben que no sólo basta la música para llegar a todo el mundo. Gracias a sus impecables coreografías, vestimentas y videos musicales, es como logran atrapar al público visualmente y no sólo auditivamente.
Las colaboraciones entre cantantes occidentales y Idols orientales han sido muy comunes gracias al K-pop. Lo vemos desde 2NE1 junto a Black Eyed Peas, Snoop Dog; BTS con Steve Aoki, Becky G, Halsey; BLACKPINK con Dua Lipa, Lady Gaga, Selena Gómez; Super Junior con Reik, Leslie Grace; entre otras. Sin duda alguna, estas colaboraciones hacen que el mercado occidental se fije más y le abra las puertas al otro lado del mundo.
Puede que por ser música interpretada en coreano llegues a pensar que todos los integrantes son coreanos. Para ser un Idol K-pop sólo necesitas ser o tener ascendencia asiática. Esto como estrategia para que los demás países orientales pongan el ojo a Sur Corea. Ejemplo, Lisa de BLACKPINK que es tailandesa, su nación la apoya tanto que la denominan la princesa de Tailandia, y evidentemente, así se acercan al público de otro país, donde el artista habla su mismo idioma y se facilita la promoción del grupo y la comunicación con los fans.
Gracias a su formación multidisciplinaria, las agencias posicionan a sus Idols en otros proyectos: series de televisión, películas, modelaje, conducciones en programas de variedades, etc. Como si fuesen una marca, las agencias los ubican en contextos ajenos a su profesión con la finalidad de promocionarlos.
Para ellos lo más importante son sus fans, deben mantenerlos felices a toda costa. Lo logran a través de contenido digital, desde un simple tweet o foto en redes sociales, hasta un video casero publicado o un dance practice. Lo que más disfrutan los fanáticos es esta “interacción” que hay entre ellos y sus artistas favoritos. Si mantienen felices a su público, sin duda ellos les ayudarán con views y reproducciones en las distintas plataformas, así como en la compra de toda la mercancía que esté a la venta.
Las grandes empresas de entretenimiento surcoreanas han manejado muy bien dichas estrategias y algunas más, tanto que ahora el K-pop es de sus principales ingresos económicos del país, junto al turismo que ha crecido gracias al interés de los grandes fanáticos del pop coreano.