El evangelio del pollo según KFC
En un mundo cada vez más caótico, incierto y saturado de mensajes publicitarios que se toman demasiado en serio, KFC se sale por la tangente con una campaña que no solo apuesta por el humor, sino que convierte su producto estrella en un objeto de culto. Believe in Chicken no es solo una campaña: es un manifiesto absurdo, delicioso y perfectamente ejecutado sobre lo único en lo que todavía podemos creer… el pollo frito.
Con una narrativa completamente surrealista, KFC Reino Unido, de la mano de la agencia creativa Mother, ha dado vida a un universo de creyentes apasionados que rinden culto al sabor, la tradición y, por supuesto, a la salsa gravy. El resultado es una campaña que entretiene, se viraliza y, más importante aún, reafirma a la marca como ícono en su categoría. Veamos por qué esta campaña está dando tanto de qué hablar.



El pollo como religión
KFC no solo quiere que te guste su pollo, quiere que creas en él. En la primera entrega de esta campaña, lanzada en junio pasado, ya se planteaba la idea de una comunidad casi religiosa que encontraba en el pollo frito una certeza existencial. Meses después, con Believe Part 2: All Hail Gravy, el concepto se expande con una narrativa más arriesgada y visualmente impactante.
El spot nos traslada a un bosque en donde una comunidad secreta de creyentes recibe a un nuevo iniciado, quien se somete a un “bautizo” en salsa gravy antes de convertirse simbólicamente en una pieza de pollo frito. Esta escena, cargada de simbolismo absurdo y teatralidad, rompe por completo con los estándares habituales de la publicidad alimentaria. Nada de planos estéticos de comida en cámara lenta, aquí hay una gallina animada, coreografías rituales y devoción absoluta por la receta original.

El uso de elementos visuales exagerados y un tono decididamente lúdico conecta con una audiencia cada vez más cansada de los anuncios planos y predecibles. La campaña no intenta vender, sino contar una historia delirante en la que el producto se convierte en la estrella de un universo propio. Y eso, en marketing, es oro puro.
El mensaje no se trata solo de sabor o calidad, sino de confianza. En tiempos de crisis, cambios y ruido digital constante, KFC presenta su producto como la única constante. Y sí, lo hacen riéndose de todo, incluso de sí mismos.
Más cine que spot
Uno de los grandes aciertos de esta campaña es su ejecución cinematográfica. Dirigida por Vedran Rupic y producida por Business Club, el spot no parece un comercial tradicional, sino una escena sacada de una película de Wes Anderson en ácido. La ambientación, la dirección de arte y el uso de la música como elemento narrativo transforman la experiencia en algo inmersivo y memorable.
Además, el ritmo y la coreografía del anuncio no son detalles al azar. Se mantienen como recursos recurrentes entre las dos partes de la campaña, generando familiaridad y un tono consistente. Este tipo de continuidad visual fortalece el branding, incluso cuando el contenido se vuelve completamente excéntrico.
Todo está pensado para ser compartido. Es raro, es divertido, y sobre todo, es distinto. En un mercado saturado de promesas y atributos reciclados, KFC está apostando por crear contenido, no solo publicidad.
Una estrategia que da hambre
Detrás de toda la locura visual y narrativa hay una estrategia sólida. La campaña Believe in Chicken tiene un objetivo claro: hacer de KFC algo más que una cadena de comida rápida. Quiere posicionarse como la marca de referencia cuando se habla de pollo frito, pero también como una marca cercana, irreverente y entretenida.
KFC y Mother entendieron que, más allá de la calidad del producto, hoy las marcas deben crear experiencias. Y si esas experiencias hacen reír o intrigan lo suficiente como para compartirlas, mucho mejor. En lugar de enfocarse en cifras, ingredientes o promociones, apuestan por una construcción emocional que deja huella.
Y lo más importante: entienden a su audiencia. Saben que no buscan explicaciones técnicas ni promesas vacías, sino algo que los saque de la rutina. Por eso, incluso en una sátira de culto ficticio, la gente conecta con el mensaje central: el pollo de KFC vale la pena.
Believe in Chicken es una clase maestra de cómo hacer publicidad emocional, memorable y viral sin caer en clichés. KFC se ha arriesgado al entrar en el terreno del absurdo y la parodia, pero lo ha hecho con una ejecución tan cuidada que resulta imposible no aplaudir la estrategia.
En un contexto donde las marcas luchan por atención y relevancia, KFC demuestra que se puede romper los esquemas narrativos, apostar por el entretenimiento y al mismo tiempo construir valor de marca. Porque en un mundo que cambia a cada segundo, quizás lo único en lo que realmente podemos creer… es en el pollo.