El grafiti que marcó la vida bélica de la Segunda Guerra Mundial
Por Ángel Mora
El grafiti es un arte poco apreciado en nuestros días, o dentro de los estándares que marcan lo que es considerado arte verdadero (bellas artes). Caracterizado por marcar zonas preferentemente urbanas con alguna firma que demuestre la presencia, dominio o control de un artista, grupo o comunidad, los grafitis resultan ser una excelente forma de mostrar identidad en un entorno cotidiano, rompiendo un poco con las reglas al pintar, ya sea con una lata de aerosol o pintura y brocha, propiedad privada o pública en un acto de rebeldía característico del siglo XX y la decadencia social de finales del siglo pasado.
Si bien hoy vemos que el grafiti pasó a ser algo más complejo y simbólico, ya sea por su mensaje o por ser una composición más compleja, su misión sigue siendo la misma de siempre: representar la rebeldía en un entorno saturado de reglas, y en algunos casos, simplemente ser un motivo de diversión. Aunque existen vestigios de esta actividad que datan de la época antigua en zonas como Egipto o la antigua Roma, su popularidad vendría con el siglo XX y su imparable modernidad, tanto tecnológica como de pensamiento. Un ejemplo de esta necesidad humana de manifestar el paso o presencia de un individuo por un lugar marcándolo, surge en pleno conflicto bélico a mitad del siglo XX, en medio de la Segunda Guerra Mundial, donde un soldado en particular se encargaría de demostrar al mundo en guerra su paso por el campo de batalla con su peculiar grafiti, una firma tipográfica apoyada con un pequeño garabato que hoy es un símbolo de presencia y fuente de muchas leyendas urbanas, el famoso “Kilroy was here”.
El grafiti en tiempos bélicos
La vida militar de la segunda guerra mundial se caracterizó por la desolación del entorno, la soledad, las esperas eternas para entrar en operación y la inminente realidad de morir en cualquier instante. Esta realidad obliga a los soldados a entretenerse de alguna forma, ya sea mediante pasatiempos como las cartas, fumando, leyendo, o marcando su paso por cierto lugar mediante un garabato, una firma o algo más complejo, o por el contrario, carente de todo sentido, simplemente por matar el tiempo.
Este contexto sería el origen de muchos grafitis bélicos dispuestos alrededor del mundo durante este periodo de conflicto global, desde el garabato cómico y soez, hasta las declaraciones filosóficas respecto a la realidad del momento. De todos ellos destaca una firma que terminaría representando a toda una generación de soldados enviados a pelear, un garabato que comenzaría siendo una sencilla forma de marcar material que pasó por un filtro de calidad a indicar el paso de un soldado por la Europa devastada y hoy representar un fenómeno cultural precursor del grafiti moderno e incluso de los ya normalizados memes.
“Kilroy was here”
James Kilroy fue un soldado que pasaría a la historia por ser el autor de uno de los grafitis más legendarios de la historia humana, un Banksy del siglo XX sumergido en el conflicto armado más grande de la humanidad. Lo que se sabe de este grafitero bélico es mucho y nada, rodeado de teorías y leyendas urbanas que solamente acrecentaron el mito de su garabato, pero cuya figura tiene un origen bastante común. Jim Kilroy fue un supervisor de astilleros en Quincy, Massachusetts, cuyas labores consistieron, antes de ser enviado a la acción, en revisar la calidad de los astilleros, marcándolos con tiza de forma repetitiva y rutinaria. Para variar esta realidad, Kilroy comenzó a utilizar su famosa marca “Kilroy was here” para indicar su aprobación de calidad.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la participación de los Estados Unidos, Kilroy y su grafiti comienzan a generar presencia no solamente en las planchas de acero marcadas, sino en su paso por Europa, marcando cajas de municiones, muros, vehículos, y todo lo que se atravesase en su camino en su odisea beligerante. Su grafiti creó mucha confusión y misterio durante el conflicto, llegando a generar teorías entre aliados y alemanes sobre la identidad real de este autor desconocido, que irónicamente mencionaba su apellido en el propio garabato. Una vez finalizada la SGM, la firma trascendería al plano cultural de la posguerra, siendo objeto de leyendas urbanas, rumores y llegando incluso al conocimiento de líderes mundiales como Stalin o el propio Hitler, según indican las leyendas de la firma.
Esta firma precursora el grafiti moderno e incluso de los memes, pasó de ser una forma de marcar material aprobado por un filtro de calidad, e indicar el paso de un soldado estadounidense por Europa, a ser todo un ícono del siglo XX rodeado de mitos y leyendas que ha sido replicado por terceros ajenos a su autor original, demostrando la trascendencia de un símbolo en la era moderna, que muchas veces es replicada de forma automática desconociéndose completamente su propósito, o por mera diversión. El “Kilroy was here” representó a toda una generación marcada por la guerra, una diminuta forma de escapar a una realidad difícil de aceptar mediante la difusión de algo gracioso y divertido de hacer, algo que no se aleja mucho de nuestra modernidad caracterizada por los memes, los stickers y TikTok.